Un taburete. A Xavier no le hace falta nada más para pasarse horas visitando a su mujer en unas condiciones que nunca se imaginaban: a través del cristal de una ventana. Carmen vive en una residencia de ancianos, en la que las restricciones sanitarias contra la covid-19 han barrido el paso a cualquier visita, incluida la de su marido, de 90 años: "Vengo todas las mañanas a ver a mi mujer, para que me vea y que me vaya reconociendo, que no se olvide de mí".
Xavier la visita prácticamente cada mañana desde la calle, sentado en su taburete. Siempre que puede, explica, apremiado por el avance de la enfermedad que le diagnosticaron a su mujer hace ahora 14 años: alzhéimer. "Ha ido degenerando", lamenta el nonagenario: "Le hago muchos guiños, le hago tonterías, hago como que me caigo, a veces se ríe, rezamos juntos aunque nunca acabamos la oración... luego no se acuerda", explica desde la ventana de la calle Ripollés, con su mujer al otro lado del cristal.
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