Una delegación del Gobierno chino visitó hace unas semanas las instalaciones donostiarras de la Fundación Matía. Sabían que Euskadi es uno de los territorios europeos donde mayor impacto ha tenido el envejecimiento de la población y querían conocer de primera mano cómo se gestiona un fenómeno de esta envergadura. Vinieron a recoger ideas y tomaron buena nota.
Tanto en Euskadi como en España las personas mayores de hoy nada tienen que ver con las que alcanzaban la barrera de los 65 años hace tan solo tres décadas. En este periodo ha aumentado por encima de seis años la esperanza de vida de los ciudadanos. En la actualidad se sitúa en 77,2 años para los hombres y 84,3 para las mujeres.
Pero se intuye que todavía hay una revolución por venir, que en 2020, según el Eustat, la esperanza de vida para las mujeres será de 87,3 años y para los hombres, de 81,1; que seremos más reivindicativos, con más capacidad de organización y de influencia en la vida política y social; que gozaremos de mejor salud durante más tiempo y exigiremos una política social que nos asegure la autonomía como paradigma del buen envejecimiento.
Estas son algunas de las líneas generales de lo que se supone, por los indicios que existen, que será el papel y la presencia de las personas mayores en el futuro. Si hoy este colectivo representa el 16,6% de la población en España y el 18,7% en Euskadi, en 2050 se prevé que alcance el 30%. Esta proporción supone un reto de una magnitud desbordante. Hace unos meses, 'The Economist', recogiendo previsiones del FMI, afirmaba que el impacto de la crisis actual sobre las economías occidentales va a resultar doloroso, «pero insignificante al lado del que tendrá el envejecimiento de la población».
Asomarse al futuro
Afrontar este reto significa conocer las claves de lo que se viene encima y para ello no vale solo con la intuición: Hay que asomarse al futuro con una perspectiva científica, hay que disponer de una 'ventana' que facilite esa mirada al futuro. Esto es lo que pretende hacer la Fundación Ingema-Matia, de Gipuzkoa, junto al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). La 'ventana' que van a construir se llama 'Estudio Longitudinal Envejecer en España' (ELES). Es la mayor y más importante de cuantas prospecciones sobre envejecimiento se han hecho en España hasta la fecha. Con este instrumento se efectuará un seguimiento periódico, durante dos décadas, de miles de personas mayores de 50 años y se analizarán los datos de su evolución. Al frente de esta visión de futuro está el director de I+D+i de la Fundación Ingema, Javier Yanguas.
El estudio ELES se ha iniciado ya con una fase piloto en la que participan 1.572 voluntarios, 468 de ellos del País Vasco y entre éstos, 152 de Gipuzkoa; 253 de Vizcaya y 64 de Álava. El presupuesto de este primer escalón es de 600.000 euros, financiados entre el Ministerio de Ciencia e Innovación y Caja Madrid. Se pretende obtener una línea básica de datos y comprobar el funcionamiento de la logística que requiere un esfuerzo de esta envergadura, con la idea de continuar el proyecto en 2012 con una muestra de 6.000 personas.
Visión multidimensional
Cada dos años se prevé una recogida de datos u oleada, que supondrá una inversión de dos millones de euros. «Vamos a analizar con detalle la evolución de un montón de variables del envejecimiento, desde una visión multidimensional», asegura el investigador principal del proyecto, Javier Yanguas. Esta visión es precisamente lo que distingue este estudio de los que ya se han realizado en otras partes del mundo. Mientras aquellos estaban enfocados estrictamente hacia el ámbito económico, éste pretende abarcar diversos aspectos, desde el plano biológico (para ello se efectúa una extracción de ADN), a la salud física; desde los hábitos de vida al funcionamiento cognitivo, y desde los factores que contribuyen a la calidad de vida a la relaciones de convivencia, sin descuidar el aspecto económico.
La recogida de datos pretende dar una respuesta científica a cuestiones que hoy comienzan a plantearse en torno a los factores relacionados con la aparición de las enfermedades y la discapacidad, o la evolución de la dependencia y el apoyo institucional y familiar. Pero en un plano más concreto, se podría profundizar en toda una batería de cuestiones. Por ejemplo: ¿Se puede retrasar entre cuatro o cinco años la aparición de la enfermedad de Alzheimer mediante una dieta adecuada y ejercicio físico?, ¿se producen cambios en la memoria?, ¿el paro tiene incidencia en la salud mental?, ¿las circunstancias de la niñez afectan al envejecimiento?, ¿es efectiva la aspirina para reducir el número de casos de ictus?, ¿qué implicaciones sociosanitarias se pueden derivar de la ley de dependencia?, ¿en qué medida las nuevas tecnologías se adaptan a las necesidades de las personas mayores y cuáles son las carencias en este ámbito?...
Calidad de vida
Se busca conocer también cuáles son las etapas críticas del envejecimiento, la influencia de la cultura y de la vida social durante este proceso, así como la capacidad de iniciativa y de aprendizaje.
«El estudio no sólo permitirá constatar las percepciones que hoy tenemos, sino que pretende descubrir cosas nuevas y todo ello facilitará poner en marcha políticas auténticamente preventivas, tanto en el ámbito sanitario, como en el social y el económico», añade Javier Yanguas.
Además de generar conocimiento, un estudio longitudinal como el que se pone en marcha permite la creación de una gran estructura de investigación del envejecimiento, que permita impulsar el I+D+i, y de esta forma «convertir un reto en una oportunidad, facilitando conocimiento al sector industrial». Y también contribuirá a orientar la política sociosanitaria y a distribuir los recursos.
«De lo que se trata en el fondo es de proporcionar calidad de vida al individuo, para que viva más tiempo y en mejores condiciones».
Fuente: diariovasco.com