Que el mal de Alzheimer y las demencias son enfermedades terribles para quien las padece es algo de lo que nadie duda. Pero el sinvivir que sufren los familiares y allegados de estas personas es una especie de tabú, o al menos una especie de 'mal menor' que de pequeño no tiene nada.
Esa es la conclusión y a la vez el punto de partida con el que ayer se cerró el ciclo de conferencias sobre la enfermedad, que ha ocupado en las últimas semanas el programa de actos de la Sociedad Económica de Amigos del País. Así, la Casa de Cultura acogió las respectivas ponencias de Francisco José Vadillo, médico neurólogo; Jesús Manuel Soriano, abogado; Juan Jesús Álvarez Jambrina, psiquiatra, y Esther Fernández Riera, trabajadora social, que aclararon sobre sus respectivas áreas la forma de actuar que se brinda a las familias de enfermos en el momento actual.
El doctor Vadillo indicó las diferentes fases con las que los parientes directos de los convalecientes van admitiendo la amarga verdad del día a día del mal. Para el neurólogo «asumir el 'shock' que supone tener conciencia de la enfermedad es un factor común a toda la familia». A ello suele seguirle «una fase de negación, un tanto utópica», continuada «por una etapa de negociación sobre cómo actuar, que suele desembocar en una especie de 'conspiración del silencio', para evitar que trascienda fuera del círculo íntimo».
El desenlace pasa «por un duelo que empieza cuando el enfermo ya no está mentalmente entre los suyos, aunque su presencia física todavía dure unos años», concluyó Vadillo, que no restó adjetivar el panorama como «desolador, en todo caso».
En términos similares se expresó Jambrina, que puso sobre el tapete «la frustración y los numerosos trastornos conductuales» que presentan las personas que se encargan de atender a estos pacientes. De ansiedad y absentismo laboral a depresión y estrés, «la clave para evitar o atenuar esas consecuencias pasa por una buena comunicación familiar y un reparto de las tareas y responsabilidades del modo más armónico posible». En eso juegan importante papel los centros de día «como núcleos terapéuticos y que facilita la compaginación de tareas de todos», señaló Esther Riera, responsable del centro 'Ría de Avilés', especializado en estos casos.
Por último, Jesús Soriano constató «la precaria cobertura legal vigente en España, donde sólo la Ley de Dependencia ampara a los parientes que ejercen de cuidadores».
Fuente: elcomercio.es