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Siete de cada diez usuarios de centros gerontológicos guipuzcoanos sufren demencia

El perfil tipo responde al de una mujer de 83-84 años, con varias enfermedades, que toma hasta siete fármacos y con gran dependencia

Se estima que entre el 5 y el 11% de los mayores de 65 años, y casi el 50% de los octogenarios, nonagenarios y centenarios van a sufrir una demencia degenerativa. Esta dramática realidad en la población en general lo es aún más en los centros gerontológicos de Gipuzkoa, donde siete de cada diez residentes padece algún cuadro de demencia. Una situación que ha analizado el responsable de la Unidad de Memoria y de la enfermedad de Alzheimer de Matia Fundazioa, Enrique Arriola, y que ayer expuso en el XXIV Congreso Nacional de Técnicos en Cuidados de Enfermería que se está celebrando en el Kursaal.

Arriola se remonta a 1995 para hablar de un primer trabajo que llevaron a cabo con la Escuela de Asistentes Sociales, donde constataron que en las residencias había un porcentaje «alto» de personas con un cuadro demencial. «Según los últimos datos que tenemos, que son del 2011, el 70% de los residentes lo tiene». Bien es cierto que el perfil de la población usuaria de los centros gerontológicos se ha ido modificando. «Ha pasado de personas mayores que salían a la calle y volvían, que hacían una vida semiautónoma, a una población con unas enormes cargas de trabajo y de atención», motivo por el que ya no pueden ser asistidos en el domicilio. Donde, por otra parte, cada vez las unidades convivenciales son menores, así como la superficie de las casas. «Todo esto dificulta la convivencia».

El perfil del usuario de una residencia responde, según la realidad que ve Arriola, al de una mujer de 83-84 años, con varias enfermedades, que toma hasta siete medicamentos y se halla en una situación de dependencia funcional y psíquica muy importante. «Predominantemente van a ser personas con enfermedad de Alzheimer, y en su mayoría en una situación avanzada en la que no solo necesitan ayuda para vestirse o lavarse, sino que presentan problemas de incontinencia urinaria e incluso fecal».

Ensayos clínicos fallidos

Aún no hay tratamiento curativo para estos enfermos, aunque sí existen fármacos que hacen frenar la velocidad del avance del mal «en periodos de tiempo de hasta dos años». Es lo que hay. El año pasado se realizaron varios ensayos clínicos con medicamentos «que no dieron resultado». La esperanza está hoy en poder contar con «una vacuna que reduzca el riesgo y ralentice más el proceso».

Hasta entonces, ojalá sea más pronto que tarde, cientos de personas se ven absorbidas por esta devastadora demencia, ya que la faceta de cuidador no supone solo un desgaste funcional de esfuerzo físico, sino que conlleva un coste emocional tremendo. «En último término, lo que tenemos no es un paciente, sino dos o tres pacientes, porque son varias las personas que cuidan de estos enfermos», cuenta el doctor Arriola. La sobrecarga y situaciones de estrés a las que se ven sometidos los cuidadores pueden derivar en ansiedad, depresión e incluso un mal seguimiento de sus propias enfermedades crónicas, «porque muchas veces son el marido o la mujer, que también son personas mayores que pueden tener diabetes, hipertensión o insuficiencia cardíaca. La sobrecarga que supone el cuidado y las situaciones de trastornos de conducta que padecen los enfermos dificultan el control».

El de los trastornos de conducta es uno de los aspectos que «deterioran más rápidamente la convivencia, destruye la unidad familiar y aboca al paciente hacia el ingreso institucional por agotamiento de la familia». Estos trastornos varían en función de la demencia (Alzheimer, cuerpos de Lewy, etc.), aunque el más habitual es la apatía, que en ocasiones se confunde con la depresión. «La diferencia entre apatía y depresión es que en la primera el paciente 'pasa', no tiene iniciativa, no se levanta, no participa, se aisla socialmente, mientras que con la depresión hay un sufrimiento de carácter emocional», explica el experto de Matia Fundazioa. Esta situación es muy disruptiva, pero lo es más cuando confluyen ideas delirantes, como la del robo: 'Olvido donde he dejado las cosas y como voy a buscarlas y no las encuentro alguien me las habrá cogido, y lo primero que hago es acusar al cuidador'. También pueden darse delirios de abandono: 'Me habéis abandonado, no me cuidáis lo suficiente...'. Y luego están los episodios de agresividad y agitación, así como los problemas de sueño. Situaciones que cargan sobremanera a la familia y desencadenan, en muchas ocasiones, el ingreso en un centro.

Arriola explica que a lo largo de la evolución de la enfermedad los trastornos de conducta se producen «siempre», por lo que, al principio, el cuidador necesita asumir y 'metabolizar' que lo que le están diciendo «es un delirio que forma parte de la enfermedad, no es algo de lo que se le está acusando». Pero lo normal es que piense que se le está faltando, insultando, hasta que se da cuenta de que es producto de la demencia.

En ocasiones también se da el caso, comenta el médico, en los que estos trastornos suponen la expresión de una necesidad, provocada por el hambre, el frío, el dolor... en aquellas personas que padecen un cuadro demencial tan avanzado que han perdido la capacidad de verbalizar lo que les ocurre. «Lo que hacemos es realizar una valoración de carácter observacional, buscar equivalentes mediante movimientos de la cara, posturales... Así podemos orientarnos, por ejemplo, sobre el dolor de un paciente y darle un analgésico en vez de un antipsicótico».

De todos modos, matiza Arriola, antes del uso de cualquier tipo de psicofármaco, «la primera opción es siempre utilizar los medicamentos antidemencia de los que disponemos en estos momentos».

Fuente: diariovasco.com

Con la colaboración de