Vlad Tepes fue un noble europeo famoso en el siglo XV por los sanguinarios castigos que inflingía a sus enemigos. Bram Stroker le inmortalizó para siempre en forma de Conde Drácula en uno de los libros más famosos de la literatura contemporánea. Los dos personajes parecen tener algo en común: a los dos les gustaba beber sangre. De esta manera, el poder vital del líquido carmesí pasaba del 'donante' al vampírico receptor.
Siglos más tarde, un equipo de investigadores del siglo XXI de la Universidad de Stanford afirma que aquel 'elixir de la eterna juvend' puede tener bases científicas. Al menos para el cerebro. Tras estudiar la sangre de ratones jóvenes, los expertos descubrieron que contiene una proteína capaz de favorecer el desarrollo de las células cerebrales de sus congéneres más mayores.
El descubrimiento no hará que mantengamos la piel tersa y sin arrugas a los 70 años pero, ¿puede ayudar a los enfermos de Alzheimer? Los científicos han publicado los resultados de su investigación en la revista Nature de este mes, según publica el diario británico The Guardian.
Las células cerebrales se regeneran
Llegado cierto momento en la vida, las funciones cognitivas de todos y cada uno de nosotros entran en declive. Es un proceso inevitable. La mayoría de las personas sufre pérdida de memoria a medio plazo. Además, el cerebro cada vez procesa la información más despacio y razonar se vuelve más complicado. Incluso hay personas que llegan a desarrollar Alzheimer u otro tipo de demencia asociada a la edad.
Durante décadas, la comunidad científica pensó que el cerebro adulto era incapaz de regenerarse por sí mismo. Todos los ensayos terapéuticos con pacientes con daño cerebral se estrellaban una y otra vez contra la misma barrera infranqueable. Hasta que se traspasó. Los investigadores descubrieron que las células cerebrales de los mamíferos contienen células madre neurales, capaces de generar nuevas células. Este proceso recibe el nombre de neurogénsis adulta.
Estudios anteriores ya habían demostrado que esas células madre neurales 'milagrosas' se encontraban cerca de los vasos sanguíneos. Un equipo de quiso comprobar entonces si la neurogénsis se regulaba mediante indicadores químicos liberados por el cerebro a través de la sangre.
Ratones siameses artificiales
Con esta hipótesis sobre la mesa, un grupo de investigadores intervino a seis ratones para convertirles en siameses. Así, los animales compartirían circulación sanguínea. Mediante este procedimiento, los expertos tres 'parejas': dos adultos jóvenes, dos ratones viejos y un par de diferente edad. Cinco semanas más tarde, ya muertos, los científicos les practicaron la autopsia. ¿Cuántas células nuevas habían desarrollado mientras permanecieron unidos?
Los cerebros de los siameses más jóvenes y más mayores habían creado aproximadamente la misma cantidad de células. Sin embargo, en el par mixto, los científicos descubrieron que el ejemplar más viejo tenía más células nuevas que el de sus compañeros. Del mismo modo, el ratón más joven poseía menos células que sus congéneres de igual edad.
Los investigadores creen que estos resultados podrían obedecer a un componente químico presente en la sangre de los ancianos que inhibiría la generación de nuevas células, mientras que en la sangre de los jóvenes existe otro componente con el efecto contrario. Es más, los científicos comprobaron que al inyectar a los animales sangre de ejemplares, su cerebro producía menos células nuevas en la región del hipocampo que si se les transfería sangre de jóvenes. Definitivamente, había 'algo' en la sangre 'anciana' que estaba inhibiendo la neurogénesis.
Las células cerebrales
Había llegado el turno de comprobar el papel de ese 'algo' sobre el cerebro. Así, los científicos analizaron el de los ratones siameses (tanto jóvenes como viejos) para estudiar las propiedades eléctricas de sus células.
Las pruebas mostraron que el 'pegamento' (conocido como Potenciación a Largo Plazo) que conectaba las neuronas en el cerebro de los más pequeños se había reducido. Este es el mismo componente que disminuye en los humanos cuando envejecemos. ¿Podría alterarse el resultado con sangre 'joven'?
Los investigadores entrenaron a varios ratones para que aprendieran diversas actividades. Tiempo después, les inyectaron sangre de sujetos ancianos. De repente, los diligentes animalitos ya no cumplían tan bien con las tareas que les habían enseñado. Es más, parecían que hasta se habían olvidado de algunos detalles.
Para comprobar estos resultados, los científicos revisaron los análisis de las parejas de siameses e identificaron seis señalizaciones moleculares cuyos niveles eran elevados tanto en el par de jóvenes como en el dúo mixto. La CCL11 era una de ellas. Tras estas letras y cifras se ocultaba un componente capaz de reducir la neurogénesis.
Una vez que los científicos han acorralado a los responsables de impedir la generación de nuevas células, se proponen localizar las proteínas capaces de todo lo contrario. ¿Podrán aliviar así el declive cognitivo propio de la edad?
Fuente: eleconomista.es