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Más de mil familias vascas ingresan a sus dependientes en residencias en verano

El programa foral de estancias temporales, que este año ha batido un récord de solicitudes, permite a los cuidadores tomarse un respiro

Hay personas que, en pleno siglo XXI, parecen no tener derecho a vacaciones porque se ven obligados a atender a un familiar gravemente enfermo, encamado por los años o discapacitado por el Alzheimer o por una deficiencia intelectual. Estos cuidadores, presos de la falta de recursos y de su propia responsabilidad, consumen así su salud, sus nervios y su vida social. A ellos se dirige el plan de estancias temporales de las tres diputaciones vascas. El programa, que este año alcanza un récord de solicitudes, permite ingresar en residencias concertadas a la persona dependiente durante un periodo que oscila entre los quince días y un mes, con el objetivo de ofrecer un respiro a sus allegados para que pueden darse el capricho de viajar, recuperar amistades perdidas o simplemente cargar las pilas.

La demanda de este servicio crece de año en año, pero las peticiones se han disparado este verano en Euskadi. En total, más de 1.100 familias vascas han tramitado ante los entes forales la solicitud para ingresar a sus familiares en las residencias. En Vizcaya, por ejemplo, suponen 449, lo que representa un 40% más que el pasado ejercicio.

Las vacaciones del cuidador son el motivo principal esgrimido para acceder a este servicio, seguido de la enfermedad de la persona que atiende al discapacitado, razones laborales o la necesidad de atender a otra persona. Álvaro Mosquera es responsable del área psicosocial de la residencia Aspaldiko de Portugalete para mayores, donde la Diputación tiene concertadas 274 de sus 301 plazas y que también recibe en verano a residentes temporales. «Realizan exactamente las mismas actividades que el resto», cuenta. Excursiones a la playa, aulas de teatro, campeonatos de tute, dardos o bolos y visitas de grupos de danzas y chicharrillos consumen el tiempo estival de los mayores en las residencias. «Algo que los mantiene entretenidos y que al mismo tiempo les sirve para comunicarse entre ellos, mejorar su movilidad, su atención y su lenguaje». El objetivo es aplicar la terapia habitual de un modo más lúdico y distendido.

Hay prejuicios

En sus residencias, Vizcaya atiende 449 solicitudes para optar a una de estas plazas de estancia temporal en verano. Álava, por su parte, con la nueva regulación, da al interesado la opción de ingresar a su familiar en la red de residencias públicas o la Diputación abona el coste para acceder a una privada. Como la estancia en la pública se cifra en unos 20,84 euros por persona y día y en la privada supone casi el triple, 65 euros, los familiares eligen la segunda opción, intuyendo quizá que así sus allegados van a estar mejor atendidos. En total, 199 alaveses han solicitado acogerse este verano al plan. En Guipúzcoa se ha presentado 518 solicitudes, aunque fuentes forales indican que llegarán a ser 600 en las próximas semanas. Estas cifras revelan un fuerte creciemiento de la demanda.

A pesar de la buena aceptación de este plan, los prejuicios continúan. En la calle es fácil oír expresiones como «fulanito ha dejado al padre en la residencia para irse de vacaciones» y en algunos círculos se asocia esas estancias con 'aparcar' o directamente abandonar a su familiar para pasarse el día en la playa. Mosquera refuta estas ideas alegando que una persona descansada podrá atender mejor a la necesitada de cuidados. «Alguien desbordado, que no tiene tiempo ni descanso, sólo tratará superficialmente a su ser querido, a menudo con poca paciencia y gritos». «Sin embargo -continúa- alguien que se permite a sí mismo irse de vacaciones, que se relaja, luego tratará a su familiar de otra manera, con más atención y cariño». «La mayor parte de las personas vienen por necesidad», concluye.

Residencia en verano

¿Y no es duro estar en una residencia en verano? Los psicólogos afirman que en verano la luz, el buen tiempo y las actividades al aire libre animan a las personas. Es un momento de optimismo y expansión. Por contra, en invierno, y sobre todo en Navidad, la falta de luminosidad y la asociación entre esas fechas y la vida familiar sume en profundas y silenciosas depresiones a numerosos ingresados en residencias.

Ahora, las actividades son múltiples. Los que residan cerca de las playas vizcaínas de Plentzia, Getxo, Ibarrangelu, Lekeitio o Zierbena pueden disfrutar del programa 'Hondartza denontzat', que se encarga del traslado de las personas con dificultades de movilidad desde los centros hasta la arena donde muchos de ellos, si quieren, pueden dar un paseo y sumergirse en el mar gracias a las sillas de ruedas acuáticas o a las muletas anfibias. El plan cuenta con monitores propios que velan por la seguridad y comodidad de los trasladados. También existe la opción de hacer excursiones a parajes cercanos. Otras residencias tienen que conformarse con campeonatos de cartas, dominó, dardos o bolos que llenan todas sus tardes. Visitas improvisadas de grupos de danzas, chicharrillos o aulas de teatro acaban por dinamizar el tiempo libre de verano.

«¿Qué es mejor: ¿dejar a una persona atada en casa o ingresarla en una residencia?», se pregunta Mosquera, quien admite que hay otras opciones preferibles a esta última; por ejemplo, los hogares de jubilados y los centros de día. Pero, en ocasiones, no hay alternativas.

Fuente: elcorreodigital

Con la colaboración de