En las últimas semanas hemos visto los cuidados que podemos ofrecer a un enfermo de Alzheimer en las fases I y II. En esta ocasión vamos a resumir aquellas atenciones que ayudarán a quién cuidamos, en la tercera etapa de evolución, en la fase III.
En este momento ya no hay memoria, ni reciente ni lejana. El cerebro es un campo estéril en el que quedan algunos restos de acciones básicas que, a medida que siga progresando la enfermedad, irán quedando reducidas a la nada.
La expectativa, cuando aún no se ha llegado ahí, es dura. Pero, en mi opinión, vale más saber lo que va a ir pasando y estar preparado física y, sobre todo, emocionalmente. Y aún así siempre acaba uno desbordado por la realidad.
Como he dicho en esta fase falla totalmente la memoria, por ello el habla se convierte en un balbuceo sin sentido; e incluso olvidan tragar, masticar o beber. La atención ahora debe de ser máxima, hay un alto riesgo de accidentes por ahogo al atragantarse con su propia saliva o alimentos y bebidas.
Lo más habitual es que, en esta etapa, el enfermo esté encamado; por ello sus actividades cotidianas se reducen a lo más básico. Sin embargo deberemos prestar la mayor atención a posibles lesiones por inmovilidad o úlceras por decúbito.
La mejor manera de prevenir las úlceras es a través de una buena hidratación de la piel, esto lo conseguiremos mediante la ingesta de unos dos litros de liquido al día y la aplicación de crema hidratante con un suave masaje circular, así estimulamos la circulación periférica. Igualmente importante es una correcta higiene, con jabón neutro y a diario.
Entre las muchas funciones corporales que ya nuestro paciente no puede controlar una de las más delicadas es la de control de esfínteres. La inmovilidad complica el funcionamiento del intestino pudiendo dar lugar a problemas que, siempre, es aconsejable consultar con los profesionales.
La incontinencia urinaria, habitual en esta fase, debe ser controlada cuidadosamente para evitar infecciones y problemas dérmicos. El cambio frecuente de pañales nos ayudará a evitarlos.
La alimentación es otro factor a tener en cuenta. El enfermo necesita una dieta rica en proteínas y pobre en grasas animales. Puede darse el caso de que olvide que ya ha comido e insista en hacerlo de nuevo... no discuta, simplemente déle unas galletas o una fruta y él quedará tranquilo, sin un excesivo aporte extra.
Finalmente, y como resultado de la inmovilidad, es probable que nos encontremos con mucosidad o flemas que el enfermo no puede expectorar pues ha olvidado como toser. Para ayudarle a sentirse más cómodo podemos colocarle en posición lateral,- primero de un lado y luego del otro,- para darle suaves golpecitos en la espalda durante unos diez minutos por cada lado. Si nos ayudamos con alcohol de alcanfor esta medida será muy útil para movilizar las secreciones retenidas en los pulmones.
En el peor de los casos podemos utilizar un aspirador para este fin. Lo fundamental es tratar de evitar que se ahogue al no poder expulsarlas por si mismo.
En esta difícil fase necesitaremos de toda nuestra empatía para tratar de anticiparnos a las necesidades de aquél al que cuidamos. Y siempre la mejor manera de acercarnos es con una sonrisa, una frase cariñosa, una caricia y toda la ternura de que dispongamos. El camino que el enfermo está transitando es el de la dependencia total, nuestro amor y cuidados son los lazos que le unen a la vida.
Hagámosle más fácil recorrer esta etapa con las atenciones que le den mayor calidad a sus días.
Fuente: hechosdehoy.com