Los problemas que enfrenta Cuba con el envejecimiento poblacional no son solo de materia laboral ni de infraestructura, sino de salud, y el principal handicap es el Alzheimer, si la ciencia mundial no encuentra una respuesta.
Esta enfermedad es un tipo de demencia progresiva, degenerativa e irreversible de la corteza cerebral que provoca el deterioro de la memoria, orientación, juicio, lenguaje, personalidad y conducta, lo que interfiere en la capacidad para realizar las actividades de la vida diaria. Según se consigna en la literatura médica.
El país le ha reconocido tanta importancia que tiene previsto para el mes de octubre de este año realizar el V Congreso Iberoamericano de la enfermedad.
Según datos colectados en diferentes fuentes, en Cuba existían hace poco menos de dos años unas 100 000 personas con padecimiento de Alzheimer y los pronósticos son que la cantidad se duplique en los nueve años venideros.
El tema es más complejo porque se espera que en los próximos 15 años la población cubana mayor de 80 alcance el medio millón y de ellos, el 40 por ciento podría padecer la enfermedad.
La gravedad es que para el 2020 -si se cumplen las previsiones- habría 200 000 cubanos con Alzheimer, y según datos oficiales actuales el 17 por ciento de la población de 11,2 millones de habitantes de la Isla supera los 60 años de edad.
Cuba tiene una esperanza de vida al nacer de 78 años promedio, y con la eficiencia del sistema de Salud socialista la tendencia es a alargar la vida.
Los problemas de salud que se asocian al Alzheimer son el estrés, la ansiedad, aumento de la presión arterial y otros, lo que se ha constatado en estudios a nivel familiar.
El criterio médico es que evoluciona por etapas, el deterioro es insidioso y lento y aunque la mayoría de los enfermos se encuentran a partir de los 65 años, también puede afectar en edades más tempranas.
En ocasiones es difícil de diagnosticar, por su comienzo lento e imperceptible, pues afecta a cualquier humano independientemente de sexo, escolaridad, ocupación, raza o clase social.
Como toda enfermedad, si se diagnostica prematuramente, ayuda al paciente y la familia, aunque hasta ahora no existe la cura definitiva.
Contrario a algunos criterios este padecimiento no forma parte del proceso natural de envejecimiento, a pesar de que la edad de inicio puede situarse en los 60 años.
El nombre de este mal se debe al médico alemán Alois Alzheimer, quien en 1906 notó cambios en el tejido cerebral de una mujer que había muerto de una rara enfermedad mental. El doctor Alzheimer encontró depósitos anormales, ahora llamados "placas de amiloide" y una acumulación de estructuras fi-brilares entrelazadas (conocidas en la actualidad como "ovillos neurofibrilares").
Definitivamente la ciencia de hoy en día considera la presencia de estas placas y ovillos en el cerebro como el sello característico de la enfermedad de Alzheimer.
En la consulta de material bibliográfico, constatamos que los investigadores han encontrado otros cambios en el cerebro de las personas con la enfermedad, relacionados con la destrucción de células nerviosas en áreas vitales para la memoria y otras facultades mentales, aparte de cambios bioquímicos.
Aunque no tienen definidas totalmente las causas de la aparición, se toman en consideración los antecedentes familiares, porque los científicos creen que la genética puede jugar un rol importante en muchos de los casos de Alzheimer.
De igual forma, hay indicios de que las actividades físicas, mentales y sociales pueden ser factores de protección contra la enfermedad. Recientemente se ha divulgado que la lectura sistemática y la utilización de equipos de computación pueden ayudar a alejarla.
"Está descrito como síntomas que la enfermedad de Alzheimer se inicia en forma lenta. Al principio, el único síntoma son olvidos leves, los cuales pueden confundirse con cambios en la memoria asociados con la edad. l Aunque la mayoría de las personas que los sufren no tienen Alzheimer.
"En la fase inicial de la enfermedad, las personas pueden tener dificultades para acordarse de eventos y actividades recientes o de los nombres de personas o cosas conocidas. Es posible que no resuelvan problemas matemáticos sencillos. Este tipo de dificultades constituye una molestia, pero no es lo suficientemente grave como para causar preocupación".
Se añade: "A medida que avanza la enfermedad, los síntomas se notan con mayor facilidad y se agravan, de forma tal, que obligan a las personas con Alzheimer y sus familiares a buscar ayuda médica.
"Los olvidos o fallas de la memoria empiezan a interferir en las actividades diarias. A las personas en la fase intermedia de la enfermedad, se les puede olvidar cómo hacer tareas sencillas, tales como cepillarse los dientes o peinarse; ya no pueden pensar con claridad; fallan en su intento de reconocer personas y lugares conocidos; y empiezan a tener problemas para hablar, entender, leer o escribir. Más adelante, pueden volverse inquietas o agresivas, o deambular fuera de sus casas. Al final, los pacientes necesitan de un cuidado permanente".
A pesar de todo lo dicho, en centros especializados los médicos pueden diagnosticar acertadamente el padecimiento hasta en un 90 por ciento de las veces.
Fuente: guerrillero.cu