Mantener una asociación a medio gas es muy difícil. Es el caso de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer que luchan cada día por conservar abierto un centro de estancia diurna que está recién estrenado y que por el momento sólo atiende a la mitad de usuarios a los que en un principio pueden acoger. Y no precisamente porque haya pocas personas en la capital aquejadas por esta temida enfermedad, desgraciadamente es todo lo contrario. Una vez más todo se traduce en dinero, a pesar de que se trata de una entidad sin ánimo de lucro.
La asociación tenía muchas esperanzas depositadas en la consecución de estas nuevas dependencias que finalmente, y después de varios años, tuvieron su sitio a partir del pasado mes de noviembre en Telegrafía sin hilos, cerca de la Plaza de Madrid, gracias a la ayuda del Ayuntamiento, Junta de Andalucía y varias fundaciones que han contribuido a la causa. Ahora que el sueño se ha convertido en realidad, se ha visto truncado por dos factores inesperados: la crisis y la aplicación progresiva de la Ley de Dependencia.
La presidenta de Alzhe-Cádiz, Maika Marín, explica que en muchos de los casos, y más ahora en momentos de crisis, los familiares prefieren quedarse con el dinero que reciben de la Ley de la Dependencia y cuidar ellos mismos del enfermo, en lugar de invertir la ayuda en un centro especializado que pueda contribuir a la estimulación del enfermo y, por tanto, a la ralentización del desarrollo de su patología.
La burocracia también les está suponiendo un problema, en el sentido de que están a la espera de obtener la acreditación que les hace falta para empezar a gestionar un convenio con la Delegación Provincial de Igualdad y Bienestar Social para que ésta aumente el número de plazas que actualmente subvenciona. Desde la Delegación Provincial ya se les ha informado de que una vez que tengan la acreditación harán todo lo posible por dotarles de la mayor cobertura posible.
Pero hasta que eso no ocurra de las 60 plazas que tienen disponibles sólo 10 están concertadas. Eso significa que los usuarios que quieran ocupar una plaza privada tienen que pagar 525 euros, una suma que no todos se pueden permitir (en el caso de las subvencionadas, sólo tienen que abonar el 40 por ciento del total de su pensión).
El centro tiene capacidad para 60 personas y a día de hoy está presentado servicio sólo a 32 usuarios. De ellos, 10 ocupan los puestos de estancia diurna (de 9.30 a 17.00 horas) y el resto acuden a la realización de talleres de estimulación (de 9.30 a 13.30 horas).
Pero con estas cifras, las cuentas no salen, y a duras penas se tienen que enfrentar todos los meses al pago de las nóminas de los empleados que tienen contratados y a los demás gastos que el funcionamiento del centro requiere.
“Es triste comprobar que nos hemos gastado un dinero en amueblar esto, y que pocos puedan disfrutarlo”, comenta la presidenta quien, lejos de arrojar la toalla, afirma que todo esto “está sirviendo para que los socios se unan y se impliquen más”.
Precisamente, la falta de implicación ha sido otro de los lastres que ha venido arrastrando esta entidad. Marín cuenta que hasta hace pocos meses, los miembros de la junta directiva eran personas que no tenían a sus familiares en el centro, bien porque han fallecido o porque se los han tenido que llevar a una residencia. “Afortunadamente eso está cambiando”, dice Maika.
Después de todo, y como dice uno de los cartes del centro: “Recuerda mis olvidos, olvida que no recuerdo, abrázame y sonrío, porque sonrío porque te quiero”.
muchos gastos que cubrir con pocos ingresos y falta de compromiso
El centro de Telegrafía sin hilos cuenta con una ratio mayor para el personal de la exigida. En total hay ocho personas para atención directa, una trabajadora social, un psicólogo, un enfermero, un fisioterapeuta, una administrativa, un operario de limpieza y un chófer. Gente comprometida que “asumen más funciones de las que les correponde”, afirma la presidenta.
Aparte de pagar las nóminas de los trabajadores y de hacer frente a los gastos fijos del centro, la asociación debe todavía el 25 por ciento de la obra, otra cuestión que trae de cabeza a la junta directiva, aunque afortunadamente, han conseguido pagar el resto en un tiempo récord.
voluntariado
La asociación cuenta con 541 socios. La mayoría de ellos sólo participan con una cuota de cuatro euros mensuales, pero lo que se echa más en falta no es el dinero, sino la ayuda. Por eso, desde Alzhe-Cádiz aprovechan la ocasión para mandar un mensaje a todos los socios. En este sentido, Maika Marín recuerda que ayudar a los demás es algo “muy gratificante” y que cada uno puede ajustarse el tiempo. “La única manera de mantenerse a flote es con la unión de todos los interesados”.
Fuente: andaluciainformacion.es