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Adioses y despedidas, un largo proceso con los enfermos de Alzheimer

Para los cuidadores, la vida con el paciente es un duelo previo al fallecimiento, en el que se pasa por la aceptación hasta que en cierto momento podemos seguir viviendo, con la situación integrada.

Hace unos días leí un interesante artículo en una revista especializada, sobre el adiós y los duelos. La autora, una prestigiosa psicóloga clínica, desarrollaba en su texto los diversos enfoques que se pueden dar frente a un duelo, y especialmente, como procesamos la tristeza frente a la desaparición de nuestros padres.

Hablaba de la manera en que cada uno nos enfrentamos a este momento de la vida, en base a nuestro carácter, experiencias, cultura, etc…constituyendo una vivencia absolutamente personal e intransferible.

Describía las fases de un duelo: la incredulidad, cuando no podemos aceptar que eso esté pasando; la aceptación, a partir de la cual podemos reconocer todo lo bueno que hemos compartido con el fallecido, y la superación, una vez que somos capaces de seguir adelante sin la presencia física del ser querido, manteniendo vivo su recuerdo.

Insistía, la autora, en la importancia de no negar los sentimientos, de no “hacernos los fuertes”, y en afrontar este momento con la convicción de que, como todo en la vida, pasará. No olvidaremos a nuestro familiar, pero si podremos superar la intensa tristeza de los primeros días y seguir con nuestra vida, al cabo de un cierto tiempo.

A medida que iba leyendo me iba dando cuenta de que, en realidad, cuando se tiene un enfermo de Alzheimer cerca- un familiar o un amigo- esta vivencia empieza mucho antes de que llegue el fallecimiento del enfermo. El hecho es que la persona que conocías, afectada por la E.A., se va convirtiendo en una desconocida, por lo que necesitas hacer un cierto duelo para poder mantener tu relación con ella de una forma lo menos traumática posible.

En realidad, para los cuidadores de un enfermo de Alzheimer, la vida con el paciente es un duelo previo al fallecimiento, en el que se pasa por las fases mencionadas mas arriba…hay un momento de negación, que debe dar paso a la aceptación (por el bien de ambos: cuidador y enfermo), y en cierto momento podemos seguir viviendo, con la situación integrada, mas o menos, en nuestra vida cotidiana.

En ambos casos, por fallecimiento o por enfermedad de Alzheimer, es importante la calidad de la relación que manteníamos. Una relación cercana, llena de afecto, puede hacer más fácil que la despedida sea serena y sosegada, sin cuentas pendientes para nadie.

Y yo creo que en estas circunstancias hay que “tirar” de generosidad y olvidar las diferencias, los alejamientos y los errores que puedan haberse cometido. Es importante saber vivir, y no lo es menos saber morir… y despedirnos del que se va con el corazón en paz, la memoria llena de buenos recuerdos y la certeza de que mientras le recordemos seguirá con nosotros… su vibración, su espíritu, o simplemente el amor que compartimos, que –como la energía- ni se crea ni se destruye… se transforma.

El último regalo que se puede hacer a alguien querido es dejarle partir en paz y rodeado del amor de los suyos, haciéndole saber que lo que nos ha dado es bueno y se lo agradecemos. La Muerte no es una tragedia, es el final natural de la experiencia mas increíble que cualquiera pueda tener… su propia vida.

Y en el caso de un enfermo de Alzheimer ese final se prolonga porque empezamos a despedirnos de él años antes de que nos deje definitivamente.

Fuente: hechosdehoy.com

Con la colaboración de